Por Juan Manuel González Arzac
Pasó lo que se esperaba. O lo que debía pasar. Porque es innegable que
Gimnasia, en los últimos tres años (y muchos más también) hizo todos los
méritos para irse al descenso. Y este presagio se demoró un tiempo pero
llegó finalmente. ¿Qué te pasó Lobo? ¿Qué te hicieron?
El deterioro progresivo precisa señalar un principio, un instante en
donde se encendió la mecha que terminó por detonar la bomba que hizo
explotar el Bosque por el aire. Y esa necesidad de culpabilidad impone,
también, la sucesión de los nombres propios.
Agradable sería comenzar con la famosa iniciación que cita el “había una
vez”, pero lo que aquí se detalla lejos está de ser una fábula o una
narrativa propia de un cuento de hadas y príncipes, o superhéroes
redentores. Esto no es más que la verdad de un club destrozado de pe a
pa. De una confluencia de aberraciones que oscilan entre la corruptela y
la incapacidad que vaciaron de criterio, de sueños, de identidad a una
institución que hoy naufraga sin rumbo mediato.
Espero que se me permita tal comparación, pues Gimnasia está plagiando a
aquella vieja Argentina del 2001: Tras el abuso de la efervescencia de
la putrefacción y la perversión, arribó la ineptitud, el aturdimiento y
la perplejidad, sin abandonar la deshonestidad, despojando a un pueblo,
de por sí hostigado, de todo lo que en algún momento robusteció sus
ilusiones.
Así empezó todo. El 28 de noviembre de 1998, con una diferencia a su
favor de 397 votos sobre su perseguidor, el Contador Héctor Domínguez
tomó las riendas directivas del club con la valía de disponer en su
órbita con un equipo que, pocas semanas después, finalizaría en el
segundo lugar en aquel recordado Apertura que guió Carlos Timoteo
Griguol, con una formación donde sobresalían Sanguinetti, Troglio,
Chirola Romero, Messera, Yllana, San Esteban, Pereyra, Noce, Yagui
Fernández, Reggi, Cufré y un tal Márcico.
El ciclo del Viejo Timoteo tuvo varios capítulos, donde en el medio hubo
38 partidos de Gregorio Pérez. Entre las idas y vueltas que pueden
deparar las contrataciones, léase para el caso una mala (Vitamina
Sánchez) y otra buena (Marcelo Gómez), lo cierto es que Domínguez, de la
mano de su fiel ladero Daniel Robert (y éste de su hermano, Rubén,
implicados en el manejo de varias transferencias, como el oscuro pase de
Cufré a la Roma de Italia), operó a su antojo la caja del club,
despojando de provisiones a una institución que deportivamente ejecutó
perfecto el proceso de autoabastecimiento y subsistencia (siembra,
cosecha, producción y venta, y nuevamente siembra), mientras que hizo
crecer exponencialmente el pasivo. Sencillamente, exportó por millones
que se esfumaron ante la mínima brisa, ofreciendo entonces un transcurso
dirigencial que usufructuó el engendro con una rentabilidad enorme,
pero se olvidó de volver a germinar la semilla.
Entonces aparecieron proyectos truncos como Gatti, Guidi, Darino,
Barclay, Lucas Giménez, Cinelli, Ocampos, Molinari, Mansilla, Deering,
Sagorak, Bertoya y otros tantos, y más allá de la notable compra de
Claudio Enría (a quien luego se le sumaron Artime y Pomelo Castillo) y
la buena jugada por Esteban González, a la postre se apostó por un
nombre que fue evidentemente perjudicial en lo futbolístico: el de
Carlos Ramacciotti, por el que llegaron Eros Pérez, Matías Arce, Brusco,
Müller, Salazar, entre otros, y siendo destacado sólo lo de Cristian
Leiva. Y todo esto sucedió ya en el segundo mandato de Domínguez,
iniciado en 2001 gracias a la resolución fijada por la Asamblea Anual
Ordinaria del 25 de noviembre de ese año, que evitó el acto eleccionario
por no tener oposición.
Aquellos buenos resultados deportivos le permitieron a Domínguez
sobrellevar una primera gestión a puro alarde, a causa del bienestar
económico citado antes. Pero en su segundo capítulo, sumido en las
oscilaciones y tentaciones del mercado de pases, del Apertura 2002 al
Clausura 2004 Gimnasia pasó a ser la nada misma estadísticamente (16º,
10º, 17º y 17º) y de ahí en más quedó sumergido en el fondo del mar,
siempre rogando por la aparición de algún salvavidas. Y ojo, esto
también incluye a Griguol, quien retornó al club para revertir el camino
y sólo obtuvo dos resultados paupérrimos (ese consecutivo decimoséptimo
puesto) de la mano de Bartelt, Olveira, Serafín García, Mandra, Rueda,
Solana, Cristian Castillo, Impallari y Pietravallo. Y asimismo también
tuvo su cuota de responsabilidad Mario Gómez, quien dirigió 9 partidos
de los cuales no ganó ninguno y perdió 4.
Yéndose por la ventana al abandonar su cargo meses (casi 5) antes de que
finalice su mandato, Domínguez dejó el club devastado, con un pasivo
cercano a los 17 millones de pesos, descapitalizó la institución y el
déficit operativo mensual duplicaba los ingresos por televisión (que en
ese entonces eran cercanos a los 300 mil pesos). “Y encima se tomó el
minucioso trabajo de imposibilitar auditorías y demás procedimientos de
control y juzgamiento mínimanente éticos”, recordaron quienes intentaron
realizar la investigación. Esto fue viabilizado, por supuesto, por el
apaño del mismísimo e inefable Julio Humberto Grondona, quien lo tuvo (y
tiene) bajo su esfera sin ningún tipo de control. Total, todo pasa.
El intervalo y los espejitos de colores. El Ingeniero Francisco Gliemmo
se puso al frente provisoriamente, contrató a Carlos Ischia y dentro de
lo que se pudo hacer prontamente, además de que incrementó aún más el
déficit operativo, de la mano de refuerzos como el Mellizo Gustavo y
Frutos, y en menor medida el Rulo Romero (también llegaron Foronda, el
Negro Córdoba y Nereo Fernández), el equipo terminó 12do.
Sin embargo, no tardó en imponerse la figura de Juan José Muñoz,
dirigente del mismo linaje que Domínguez, aunque según se evidenció en
los medios ha quedado marcado más por su cercanía con los aprietes
arbitrales y las amistades con la barra brava. Y esto sin contar que
pidió una estatua en Plaza Moreno, que aparentemente habló con Dios,
quien no sólo le comunicó que Gimnasia sería campeón sino que también lo
brindó 'el don del éxito', como él mismo contó, con el despotismo para
atropellar a figuras como el Melli Gustavo, Yllana o Leo Noce, a quienes
separó del plantel unilateralmente como si fueran 'macetas', para darle
lugar a Bobadilla, Akerman, Savoia; Muñoz pasó la barredora.
Ese andar turbio, muy oscuro, quedó por encima del acierto de contratar a
Pedro Troglio, y a refuerzos de la clase de Vargas y el Mono Navarro
Montoya. Sobre todo porque realizó una gestión personalista desde las
decisiones hasta el lucro, debido a que más allá de los nombres bien
catalogados (Silva, Leguizamón, Pacheco, Civelli o Federico Domínguez),
sus negociados -en su mayoría- se hicieron bajo el requisito
inquebrantable de su buen provecho (¡salú!), mientras que sueldos
inconmensurables y contradictorios con el rendimiento de éstos (quienes
no cobraban menos de 20 mil dólares mensuales) se solventaban por arte
magia. En tanto, otros muchos movimientos quedaron signados por lo
absurdo: como reemplazar a Silva con Germán Herrera.
Cabe recordar que Muñoz pudo hacer uso de la última cosecha de la
cantera, como la categoría 81 (Licht y Lobos) y lo único que dio la 84
(Nico Cabrera, un hallazgo en la camada de Robert o Kondratiuk).
Mientras que asomaron con mucha más pena que gloria los 83 (Herner,
Alderete, Lucas Bustos, Kletnicki) y los 85 (Valenti, Héctor Romero,
Gentiletti, Galván y Fredrich, después de los ya frustrados Furlanetto y
Bellini), en un claro ejemplo de la escasez y el poco interés por
producir calidad (¿la '82?, Pablo Verón y no pida más).
Siendo piadosos con la disparatada designación del colombiano Francisco
Maturana (perdió 9 de 13 partidos), que le costó su salida allá por el
incipiente Apertura 2007 (dirigió tres fechas), decimos que Muñoz
contrató 30 jugadores (los antes nombrados, más Franco, Semino, Cornejo,
Virviescas, Medina, Crosa, Batalla, Salvatierra, Herrera, y la cuenta
sigue), de los cuales en algún caso el club tenía una porcentaje de la
ficha. Pero, ¿sabe usted cuántos de éstos, por ser precisamente
patrimonio de la institución, le dejaron siquiera una moneda a Gimnasia?
El 10 por ciento. O sea, tres: Vargas, Leguizamón y Herrera. Eximiendo
del análisis si hubo ganancia o no. Pues entonces, si la rueda
financiera no te deja como mínimo de a pie, la condena económica no
tarda en llegar o en incrementarse a deudas siderales.
Ah, y ese contexto muñocista se produjo en lo futbolístico, que es lo
que atañe en esta nota, porque llegado el caso podrían citarse los
manoseos con el voley, el básquet, y los demás deportes menos
rutilantes, el abandono de Estancia Chica, el Bosquecito y ni hablar del
estadio del Bosque. Lo cierto es que así, con métodos poco ortodoxos y
transformando al club en algo netamente futbolístico, si bien redujo el
déficit operativo, consolidó la deuda económica (con AFIP y AFA, en casi
18 millones de pesos) y asumió varios compromisos legales, armó un
lindo combo que terminó con una licencia tras perder las elecciones de
renovación parcial de autoridades y con el barco cada vez más hundido,
dejando al equipo condenado a pelear en el fondo de la tabla.
Y por si fuera poco, en la cantera del club Muñoz nunca inició un plan
futbolístico serio, con lo cual el vaciamiento fue total. Primero habló
de “un proyecto innovador y a largo plazo” con Miguel Micó, precisamente
con quien se peleó a los pocos meses y quedó todo en la nada misma. Lo
sustituyó Ricardo Kuzemka y por último Adrián Adrover. Se imaginará la
resultante de la aplicación de tres programas totalmente distintos.
Presente y futuro. Supuestamente con el respaldo de conocer al club
desde adentro y saber qué hacer ante la situación apremiante por su
pasado como ladero de Domínguez (como si esto fuera una cualidad), con
quien supo conducir el Departamento de Fútbol Profesional y luego
aparecer como Vicepresidente Segundo, Walter Gisande resultó vencedor el
1° de diciembre de 2007 por apenas 16 votos de ventaja, con récord de
socios en las urnas (4688), en un claro mensaje del hincha. Y puso en
práctica sus conocimientos…
Ante todo invitó a irse al técnico en funciones, por ese entonces el
mismísimo Julio César Falcioni, para darle paso al experimento del Topo
Sanguinetti (hasta ahí sólo había sido ayudante de campo de Gregorio
Pérez), quien ganó 6 partidos de 28 dirigidos, que fue lo que duró en el
cargo. En tanto, rodeó la inminente conducción del uruguayo con un
Tornado Alonso que llegó de China (¿?) lesionado y un sustituto como el
chileno Luis Quinteros (¿?). Decimoséptimo lugar y renovación absoluta.
Adquiriendo la ficha de 14 jugadores nuevos (Sessa, Teté, Chirola,
Messera, Agüero, Pato Graff, René Lima, Iriarte y Maldonado, y dos
juveniles como Martín Ortiz y Nery Espinoza), se destacó la repatriación
de varios referentes que resultaron muy caros, y el déficit operativo
mensual se alzó a casi 2 millones de pesos y encima sin considerar la
descapitalización, debido a que la mayoría de las incorporaciones no
tenía valor de reventa.
Por ejemplo, el aporte en ofensiva (hasta ahí el gran problema del
equipo) fue un Pampa Sosa en el epílogo de su carrera, un Stracqualursi
por formar y un Franco Niell como oasis en el desierto, que encima tenía
una opción de compra muy alta. Ocho partidos y final de la historia
para el Topo.
El único acierto de Gisande fue la contratación de Pablo Morant y todo
su cuerpo técnico, en el 2008, para que guíen los rumbos de las
Inferiores, siendo el fruto de este trabajo el que sostendrá la luz en
la difícil etapa que se acerca.
Esa salvación histórica en aquella primera Promoción, justo cuando el
deceso estaba fijado, hizo que Gisande le entregase las llaves del club a
Leonardo Madelón, quien supo ser parte fundamental en la tarea de dejar
al Lobo en Primera post proceso del Topo. Pero también se equivocó feo
previo a ese Clausura 2009 al aceptar que no le trajeran a ningún
refuerzo y luego, en el Apertura siguiente, cuando la exigencia era el
renacer inmediato, fue un factor clave dentro del “papelón Cufré” y se
empecinó con José Vizcarra, por quien Gimnasia rompió el chanchito,
Rosario Central recibió ese dinero con gusto y de este modo canceló la
deuda que tenía con el entrenador, precisamente quien lo dirigió el año
anterior. ¿Le cierra la cuenta? De este modo, el esfuerzo no se hizo
para retener al verdadero héroe de la causa, el Enano Niell. Además, el
DT pidió a Carli y Ereros, mientras que no evidenció que su carta
ganadora estaba afuera: Marco Pérez.
Párrafo aparte merece la increíble contratación del Moncho Fernández
como técnico del primer equipo. Porque fue una decisión pura y exclusiva
de Gisande, sin el consentimiento del resto de los dirigentes. Y para
peor, tras tres partidos (todos perdidos, claro), le echó sin reparos
generando una ola de demandas que aún intenta paliar la institución.
Mire si será increíble el camino que transitó el club que la Perla Negra
colombiana fue el milagroso rescate de Diego Cocca, quien no se sonrojó
siquiera al momento de hacer negocios con su representante, Brian
Costa, al traer refuerzos que estuvieran bajo su órbita o que pudiera
oficiar de intermediario para el beneficio de éstos. Primero llegaron
Encina, Navarro, Imboden y Casas, y tras la segunda salvación, otra vez
Gisande repitió el error: traspaso del poder a un solo hombre, y
nuevamente el equívoco.
Porque Gimnasia se salvó otra vez por obra exclusiva del rendimiento del
Negro Pérez, quien tras ese hecho partió hacia Europa sin que el
Presidente no sólo evitara lo contrario sino que su éxodo tampoco le
dejó un centavo al club (¿y la famosa vidriera?, ¿y la reciprocidad del
suceso?). En tanto, Cocca siguió al frente del plantel, ahora con el
gran respaldo gubernamental, y fue entonces que aparecieron el Lorito
Jiménez, Moreira, Claudio Graf, Córdoba, Frezzotti, Capurro y
Fontanello, mientras que limpió puntos altos del plantel, tales son los
casos de Villar, Chirola y Teté. Y la rueda volvió a girar hasta caer en
el mismo lugar.
Curioso es que la Comisión Directiva que encabezó Gisande no haya sabido
aprovechar la inserción del Fútbol Para Todos, que incrementó de manera
abismal el ingreso anual por televisación, a tal punto que con
Televisión Satelital Codificada recibía $6,6 millones de pesos y ahora
son cerca de 17 para Primera División. Muy distinto de los 3 millones
que le darán en la B Nacional, ¿no?
Perdiendo groseramente el patrimonio del club al rendirse ante las
emigraciones con el pase en su poder por parte de Ignacio Piatti, Álvaro
Ormeño y ahora Neira (porque la renovación no fue hecha con antelación a
la situación de hoy), y esto sumado a los famosos cheques voladores, a
reclamos judiciales de todos los colores, a un pasivo cercano a los
60.000.000 de pesos y ni hablar de la realidad futbolística, es
comprensible que Gisande haya pasado a la clandestinidad.
Ocultamiento que debe haber mutado a lo invisible luego de conocerse
puntos sustanciales de la Auditoría realizada sobre su gestión y que
denotan serias malversaciones de fondos de la Institución.
Presente. Categórico fue el acto eleccionario que realizó Héctor Delmar,
donde dejó asentado el 'que se vayan todos' y el 'esto no da para más'.
Tal es así que Grondona se propuso instalar primero a Domínguez y
después a Muñoz, creyendo que el hincha y socio de Gimnasia es estúpido o
ciego.
Cacho asumió con la convicción de poder cambiar el rumbo. Y a él se le
adosó el retorno del hijo prodigio, Guillermo Barros Schelotto. Todo
dado para que se produzca el renacimiento.
Pero se apostó por una polémica conducción como la de Ángel Cappa, quien
con su estilo lírico se estrelló con la realidad deportiva de un club
en ruinas y la sentencia de una coyuntura agobiante que no permite
distraerse con los placeres del Barcelona ni creer que los planetas se
alinearon en contra de uno.
Delmar asumió en una situación económica que llegó a límites
incalculables. Las cifras pasaron del rojo a la ordinaria imagen de
incontables ceros y para colmo, sin poder disponer con el total del
dinero de la TV debido a que Gisande cobró parte de éste por adelantado.
Por eso no sólo redujeron el presupuesto de Inferiores de 9 a 2%, sino
que abrieron los brazos para aceptar a Boris Rieloff y Germán Pacheco,
quienes llegaron gratis, e hicieron el esfuerzo por Maestrico González
por pedido expreso del técnico. Y los tres se ubican en el podio, o muy
cerca, de los peores refuerzos del club en los últimos diez años. Un
cóctel explosivo resultante de una enfermedad ya crónica, un pésimo y
repetido diagnóstico, remedios equivocados y la agudización de un estado
con destino terminal.
Conclusión. Jamás existieron políticas deportivas serias, sino que el
rumbo del club quedó signado por los espasmos del presidente de turno.
Puesto en números, desde el Clausura 1999 hasta hoy Gimnasia a ha tenido
21 entrenadores: Pérez, Gelves, Griguol (tres veces), Ramacciotti,
Gómez, Agostinelli, Ischia, Kuzemka (dos veces), Troglio, Maturana,
Falcioni, Sanguinetti, Madelón, Fernández, Cocca, Morant, Cappa y Ortiz.
Entre todos, perdieron casi el 40% de los partidos (185 de 483
jugados).
Durante 24 torneos, o sea los últimos 12 años y medio, Gimnasia
incorporó 109 jugadores: 9 arqueros; 6 laterales por derecha, 13
defensores centrales y 8 laterales por la izquierda; 10 volantes por
derecha, otros 13 centrales y 5 más por la banda zurda; 6 enganches; y
¡39 delanteros! Infinitos carroñeros disfrazados de golondrinas.
Para ser un poco más elocuente con el desastre: el promedio de gol de
esos 39 delanteros ¡es de 0,19! Ni más ni menos que 188 goles en 944
partidos. Una miseria. Y cómo sería si se excluyera al marciano del
Turbo Vargas (porque en tal contexto no califica de otra manera), que
metió 27 goles en 55 partidos.
El 75 por ciento de esas incorporaciones estuvo por debajo de la línea
de lo aceptable. Eso significa que no llegó a ser calificado siquiera
como “bueno” su andar por Gimnasia. ¿Usted quiere saber quiénes
respondieron con excelencia? La primera etapa de Alonso, Enría, Frutos,
Vargas, Navarro Montoya y Marco Pérez. Sí, 6 jugadores de 109 refuerzos.
Para ofrecer un listado que sirva a modo de parámetro y usted se sumerja
en el pantano, se entiende que lo hecho por Vitamina Sánchez, Luifa
Artime, Carucha Müller, Terremoto Cejas, Lorito Jiménez o Maestrico
González, por trazar una línea cronológica, fue malísimo. Una pizca
menos le compete a Cervera, Cardetti, Cornejo, Leal, Iriarte o Vizcarra.
Regular ha sido lo de Delorte, Germán Basualdo, Salvatierra, Pato
Graff, Maldonado, Fontanello o Frezzotti. Entonces, todo lo que se
imagine por arriba de estos nombres (poco más de 20 solamente) zafan del
aplazo y estarían aprobados.
Con este final se derrumbaron todos los mitos habidos y por haber. Que
Domínguez tiene peso en AFA, que Muñoz y su plata hacen lo que quieren,
que Gisande manejó el fútbol del Lobo cuando estuvo Timoteo y por eso
sabe lo que hace. Que Cristina Fernández de Kirchner, la Presidenta de
la Nación, ni más ni menos, es hincha de Gimnasia y con eso ya sobra.
Nada de todo esto pasó. Pésimas decisiones futbolísticas en connivencia
con una corruptela económica vergonzosa, hicieron del club un bochorno a
lo largo de los últimos años y todo terminó como debía terminar.
Y así como reprodujo el proceso político y económico del país en sus
gobiernos, habrá que ver si el Lobo lo imita ahora y encuentra, a quién lo ponga de pie y le devuelva su identidad. Y de
este modo, entonces, pueda sentir que dio un par de pasos hacia atrás…
pero sólo para tomar envión.
D&D